miércoles, 6 de julio de 2011

CORPUS CHRISTI

CORPUS CHRISTI
Leonor María Asilis

El jueves pasado la Iglesia celebró la fiesta del Corpus Christi.
Misterio de nuestra fe.

El Santísimo cuerpo y sangre de Cristo presente en el pan y el vino.
Como dijo nuestro Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez ante la gran asamblea reunida en el Estadio Olimpico: “No se entiende la Iglesia sin la Eucaristía”.

La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico.

Aunque no lo entendamos. Nuestro Dios se encuentra de forma especial en la Eucaristía pues escapa a toda lógica humana, es así. Y si Dios que se hizo hombre en Jesucristo, acaso no va a poderse hacerse presente en un pedazo de pan si así lo ha querido? Quién manda a Dios?
Quién le traza pautas? Es un gesto de amor que nunca podremos captar a plenitud, y que lamentablemente no agradecemos lo suficiente. Sin embargo, El permanece esperándonos. Si tuviéramos más fe!

Nuestro Dios ha decidido permanecer en el Sagrario para alimentarnos, para fortalecernos, para divinizarnos, para dar eficacia a nuestra tarea y a nuestro esfuerzo.
Jesús nos espera en este sacramento del Amor. Nuestro querido Papa nos dice: “No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe, y abierta a reparar las graves faltas y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración”. (Juan Pablo II, Carta Dominicae Cenae.)

Digámosle al Señor: “Señor, gracias por haberte quedado con nosotros.”. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin Ti? Como le dijo una vez Pedro: si no es a Ti, Señor, a quién iremos?
¿Dónde buscamos fuerzas para seguir adelante? Quiénes somos nosotros sin Ti?
GRACIAS!!

Sigo con un relato del Evangelio:

Jesús en su camino a Jerusalén pasó cerca de un ciego que pedía limosna junto al camino. Y éste, al oír el ruido de la pequeña comitiva que acompañaba al Maestro, preguntó qué era aquello. Y quienes le rodeaban le contestaron: Es Jesús de Nazaret que pasa (Lucas 18, 37). Si hoy, en tantas ciudades donde se tiene esa antiquísima costumbre de llevar en procesión a Jesús sacramentado, alguien preguntara al oír el rumor de las gentes: “¿qué es?”, Se le podría contestar con las mismas palabras que le dijeron a aquel ciego que fue curado: es Jesús de Nazaret que pasa. ¡ Es Él mismo! Y, como a Bartimeo, también se nos debería encender el corazón para gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!

Termino con una exhortación de San Agustín a que acudamos a la Eucaristía:” Somos obreros que estamos trabajando todavía en la viña; cuando se acabe el día, cuando se acabe el trabajo, se recibirá la recompensa. Pero , que obrero hay que resista en el trabajo hasta recibir la merced si no se alimenta durante el trabajo? Si se nos substrae esta alegría de la inteligencia de estos signos sacramentales, desfalleceremos en el trabajo y no habrá quien pueda llegar a la recompensa”

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