lunes, 11 de julio de 2011

EL TREN DE LA ESPERANZA (Fiesta Nuestra Sra. Lourdes)

Por






Por Leonor Asilis

El 11 de febrero la Iglesia celebra la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes. Veamos brevemente la historia de su aparición.
Sucedió el 11 de febrero de 1858, en la villa francesa de Lourdes, a orilla del río Gave. La Virgen se manifestó de manera directa y cercana su profundo amor hacia nosotros, apareciéndose ante una niña de 14 años, llamada Bernadette (Bernardita) Soubirous.

Entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858 hubo 18 apariciones. En la tercera aparición, la niña habló con la Señora donde la Madre le pidió que volviera a verla en los próximos 15 días.
Ante la repetida petición de la niña de que ésta revelara su nombre, la Señora dijo "Yo soy la Inmaculada Concepción)”, sin la niña entender su significado, confirmando así el dogma proclamado por la Iglesia el 8 de diciembre de 1854.
En sucesivas apariciones, el mensaje fue mas claro: Invitación a la penitencia y a la oración por los pecadores (21 de febrero); invitación a vivir una pobreza más evangélica; Solicitud de que le fuera erigida allí una iglesia (2 de marzo); El 25 de febrero, Bernadette excavó en la roca y descubrió la fuente de agua que hasta el día de hoy es meta de peregrinaciones por parte de tantos fieles y que ha sido testigo de varios milagros.
El Sumo Pontífice declaró fiesta de Nuestra Señora de Lourdes el día de su primera aparición, el 11 de febrero. Los últimos cinco Papas han publicado hermosos documentos en favor de estas apariciones.

Todos los días llegan a Lourdes trenes, aviones y autobuses de peregrinos de todos los países del mundo. Miles y miles de enfermos son llevados allí. El tren que los lleva se llama "el tren de la esperanza", y el tren de regreso se llama "el tren de la alegría", porque muchos enfermos son curados de sus enfermedades, y los que no, reciben del cielo gran alegría y un increíble valor para soportar sus enfermedades pues encuentran el sentido profundo de sus sufrimientos.
La Iglesia también celebra este día la clausura de la XV Jornada mundial del enfermo.

Extraemos un fragmento de las palabras para esta ocasión dadas por Su Santidad Benedicto XVI:

“La Iglesia, siguiendo el ejemplo del buen samaritano, ha mostrado siempre una solicitud particular por los enfermos. A través de cada uno de sus miembros y de sus instituciones, sigue estando al lado de los que sufren y de los moribundos, tratando de preservar su dignidad en esos momentos tan significativos de la existencia humana. Muchas de esas personas -profesionales de la asistencia sanitaria, agentes pastorales y voluntarios- e instituciones en todo el mundo sirven incansablemente a los enfermos, en hospitales y en unidades de cuidados paliativos, en las calles de las ciudades, en proyectos de asistencia a domicilio y en parroquias.

Ahora me dirijo a vosotros, queridos hermanos y hermanas que sufrís enfermedades incurables y terminales. Os animo a contemplar los sufrimientos de Cristo crucificado, y, en unión con él, a dirigiros al Padre con plena confianza en que toda vida, y la vuestra en particular, está en sus manos. Confiad en que vuestros sufrimientos, unidos a los de Cristo, resultarán fecundos para las necesidades de la Iglesia y del mundo.

Pido al Señor que fortalezca vuestra fe en su amor, especialmente durante estas pruebas que estáis afrontando. Espero que, dondequiera que estéis, encontréis siempre el aliento y la fuerza espiritual necesarios para alimentar vuestra fe y acercaros más al Padre de la vida. A través de sus sacerdotes y de sus agentes pastorales, la Iglesia desea asistiros y estar a vuestro lado, ayudándoos en la hora de la necesidad, haciendo presente así la misericordia amorosa de Cristo hacia los que sufren”.

Hermanos, visitemos a los pacientes en clínicas y hospitales, llevándoles una palabra de aliento y de esperanza, conscientes de que en ellos encontraremos el rostro dolorido de Cristo y su promesa de ser “acogidos en su reino.porque estuve enfermo y me visitasteis”.

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