Por Leonor Asilis
Desde el triduo preparatorio 1997- 2000, experimente profundamente el sentido pleno de la palabra Jubileo que es exactamente eso: Gozo en el Señor.
Una fecha tan privilegiada no podía pasar inadvertida por la Humanidad, y con justa razón e inspiración divina nuestra querido e inolvidable Papa Juan Pablo II, supo indicar en el alma de los fieles el camino espiritual brindado por la Iglesia y en la Iglesia de la Reconciliación y Reencuentro con Jesús Vivo entre nosotros.
Indulgencias plenarias dispuestas para todo aquel que las quisiera recibir, ya que no se puede decir que las mismas se ganaban; tan solo se recibían con un corazón sacudido por el Amor infinito de Dios.
Yo también las recibí, y de que forma! Tuve el privilegio de trabajar junto a un maravilloso equipo en la Comisión Arquidiocesana (Santo Domingo) del Jubileo.
Cuanta compenetración, alegría, y sobretodo entusiasmo en que las celebraciones litúrgicas quedaran con el mejor nivel de excelencia como debe ser todo lo que es ofrecido al Rey de la Gloria.
Cuantos testimonios de amor pude conocer, sobretodo de misericordia al ver como se acercaban tantos hermanos que estaban lejos del Señor y acudían con humildad y arrepentimiento a los brazos de Quien tanto les Ama.
Mi mayor alegría fue el ver uno de estos casos tan similares al Hijo Prodigo, y de quien me tocaba tan de cerca ya que oraba intensamente por ese hermano tan querido y tan lejano. Dios tuvo misericordia de mis ruegos y escucho mi oración, justo unos días antes de terminar el Año Santo. . Me pidió que lo llevara al sacerdote, y así fue. Duro un largo tiempo con el, y al final, ver su rostro descansado y lleno de paz inundo de agradecimiento mi espíritu y cante Gloria a Dios.
A pesar de que el 2000 ha pasado, la Gracia de Dios es la misma y siempre esta dispuesta para quienes le buscamos; por eso mi alegría no termina ni terminara pues Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.
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