miércoles, 6 de julio de 2011

Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?

Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?

LEONOR MARIA ASILIS E.



Quiero compartir con ustedes la síntesis que extraje de la meditación de esta cuarta palabra por el Padre Ramón Cue S. J. de su obra titulada “Las siete palabras”.

Podría sorprendernos que Jesús, la sabiduría infinita no supiera en ese momento el por qué del abandono del Padre. Sin embargo, ese sentimiento que experimentó lo acerca a nosotros. Habló como nosotros. También nosotros en alguna radical experiencia nos sentimos abandonados de Dios. Nos asaltan los múltiples por qués.
Por qué esta terrible enfermedad? Por qué la muerte de mi ser querido? Por qué esta mala situación económica? Por qué el dolor, la guerra, la hambruna, las injusticias…?
Por qué nadie contesta?

El hombre moderno le diría a Jesús que no conseguirá nada preguntándole a Dios por la causa de su abandono. Le diría que debe distinguir perfectamente de planos:Dios, en el suyo, y nosotros en el nuestro.
Que Dios se ocupe de sus asuntos y nosotros de los nuestros. Jamás debería mezclar a Dios en sus cosas de aquí abajo. Después de veinte siglos, ya tenemos una ideología madura y somos muy conscientes de nuestras posibilidades. Nos hemos liberado, incluso de Dios. Estamos enamorados de una teoría que se llama el secularismo o la desacralización que trata de enseñarnos a vivir religiosamente en el mundo, sin Dios.

Sin embargo, Jesús, Tú insistes en preguntarle no a un Dios metafísico y lejano, sino a un Dios entrañablemente metido en tu vida y en tu corazón. Un Dios a quien, a pesar de abandonarte incomprensiblemente en la Cruz, Tú le aplicas el más bello y sabroso de los posesivos: “Dios mío”.
Enséñanos, Cristo, a nosotros, tan mentalizados, tan maduros, tan soberbios, la ciencia elemental, humilde y sencilla, de poner nuestros “por qués”, como Tú, en las manos de nuestro Dios.

Aunque no recibamos respuesta inmediata.
Tarde o temprano, Dios responde siempre.
Y el hecho solo de preguntarle a Dios es tener ya en el alma la semilla de la respuesta.

Luego de esta profunda reflexión del Padre Cue, nos podría asaltar la pregunta :
Qué hacemos con los que sufren? Tal vez con una enfermedad terminal….La respuesta en esta situación que vivió Jesús nos la da María, su madre, nuestra madre. Estar al pie de la cruz. Estar con ellos.

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