miércoles, 6 de julio de 2011

YO NO ME HUMILLO

YO NO ME HUMILLO
LEONOR MARIA ASILIS E.


“Pídele, se le dice, perdón al hombre que ofendiste, al hombre que perjudicaste. Yo no me humillo! respondería. Más si tan en poco tienes a tu hermano, oye por lo menos a Dios: El que se baja, será levantado.

No quieres abajarte y ya estás caído, éso de no abajarte pudieras decirlo si no estuvieras en el suelo ya.” San Agustín.

Siempre es bueno reflexionar sobre nuestras actitudes, y en general podría afirmar que la de no humillarnos es de las nuestras, una de las más comunes. Tal vez sea por la vana soberbia de que nos duela más nuestra humillación que la indigna ofensa a Dios. Si Jesucristo nos enseña hasta amar y perdonar a nuestros enemigos, cómo no iremos donde nuestro hermano y reconoceremos nuestra falta si es lo justo y lo indicado a fortalecer nuestra relación de fraternidad con él.

Royo Marín en su libro “Teología de la Caridad dice: “La humildad, nunca prorrumpe en quejas, murmuraciones ni improperios porque nunca se cree ofendida. Lejos de creer que se le hace una injusticia, se persuade, al contrario que se le tienen demasiadas consideraciones. “

Cuando a la inversa, somos ofendidos Royo Marín agrega: “Perdonar de corazón, olvidar las injurias recibidas, tratar al culpable con la misma cordialidad que antes de cometer su fechoría, son ya magníficos ejemplos de virtud. Pero excusarle, esto es, buscar argumentos para eximirle de una responsabilidad a todas luces contraída, es índice del heroísmo más sublime.

La abismal diferencia entre ambas actitudes, la primera de costarnos enormemente el de pedir perdón y la segunda de excusar a toda costa al que nos ha ofendido, nos sirve de parámetro de medición sobre cómo vamos en caridad y sobretodo de estímulo para crecer cada vez más en ella.

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