miércoles, 6 de julio de 2011

VISITA A TIERRA SANTA



Leonor María Asilis E.

Todo empezó con un deseo inmenso de pisar la tierra donde vivió Jesús. Continuó con una súplica diaria a El que me llevara allí. Luego, después de un año, llegó el tiempo de ir a Israel. La peregrinación fue durante la Semana Santa 1994 con un bello grupo que organizó Tía Alicia(Hasbún) con la compañía de un sacerdote salesiano.

Me parece que fue ayer y es que cuando uno percibe y respira el aire de Tierra Santa nunca se olvida. La Iglesia de la Anunciación, toda Belén, Nazareth, sus iglesias. Sin embargo me quiero detener en el mar de Galilea. Al natural. Cuántas emociones al contemplarlo, y navegar sobre él, como Jesús. Oramos, leímos varios pasajes bíblicos donde se daban lugar allí.

Fue indescriptible, el ver sus aguas y el entorno, con el paisaje virgen sin grandes construcciones.

Era fácil imaginarse el vivir en tiempos de Jesús, verlo charlar con sus apóstoles y cuando caminó ya resucitado por encima de las olas y calmando las tempestades frente a la admiración de sus apóstoles.

Visitamos también el río Jordán donde también se bautizó, y tuvimos la dicha de presenciar el bautismo de un grupo por inmersión, todos de blanco. Otros santos lugares recuerdo con gran veneración, como son:

El monte Tabor donde aconteció la transfiguración, recuerdo el subir en un autobus por un camino estrecho y tortuoso que bordea la montaña que está situada en medio del desierto. Desde arriba es precioso y hay una gran paz que se asemeja al monte de las Bienaventuranzas el cual también impresiona por su belleza y tranquilidad y donde tuvimos la dicha de celebrar la eucaristía.

El monte de los Olivos donde Jesús acudía con regularidad a orar y donde ante el inminente sacrificio de la cruz sudó sangre,(Getsemaní)

El Cenáculo donde tuvo lugar la Ultima Cena, dejándonos en ella la Eucaristía. Jerusalem. Las ruinas del majestuoso templo.

El muro de las lamentaciones donde todavía los judíos reclinan sus cabezas implorando que llegue su Mesías.


Quiero tratar de transmitirles lo que viví de forma muy especial.

Fue en la Vía Dolorosa, el camino recorrido por Jesús desde el Pretorio, hasta el Calvario. Las catorce estaciones rememorando este doloroso cortejo. Y todavía hoy, se profana este santo lugar con vendutas, algarabía, música… Creo que hasta rabia sentí en ese momento. Sin embargo, desde mi interior pude ver más allá de lo que presenciaba. Tenía que recordar que nosotros somos templo del Espíritu Santo, y que no importara el lugar donde viviésemos la Semana Santa, lo que nos debe importar es que debe ser santa, de reflexión, y meditación en nuestro Señor, y que no le profanemos apartándonos de El quien es nuestra salvación sino que desde donde estemos vivamos en estrecha unión con El pues El está en nosotros y muchas veces no le conocemos.

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